Desde el amor a mí misma y a los demás y dando gracias
escalo armonizando y perdonándome la pirámide de mi cuerpo
sin perderme ya en la avaricia material ni en el placer de los sentidos.
Tomo con plena conciencia mis riendas sin vergüenza
aceptando y expresando lo que voy descubriendo que soy sin ilusiones ni fantasías.
Y vislumbro en el vértice que somos un instrumento de la armonía
de la luz blanca refractada en las partículas de nuestra vida.