Si me enraizo cada vez más en un suelo diamantino e impenetrable
de laderas suaves no empinadas,
con oteros que sean vergeles de manantiales
árboles tropicales cuidados por laboriosos jardineros,
ninguna tormenta podrá hacerme desaparecer,
ni el agua de lluvia disolverá mi ser.
Mi belleza permanecerá íntegra gracias a las demás flores que deseen junto a mí florecer
porque seré cobijo para ellas y ellas para mí también.