
Los pequeños deseos y mi propio esfuerzo por conseguirlos me hacen sentir vislumbres de la felicidad; esa que busco desde que tengo uso de razón, y que se ennegrece con la conciencia permanente en mi mente de la niebla de la muerte.
¿Para qué he venido a vivir si mi fin es morir?
Bendita es la muerte que es profundamente llorada, que es verdaderamente sentida la pérdida que conlleva, la que da sentido a la vida y la sacraliza para vivirla con el fin de dejar huella en el corazón de los demás.
Darme en vida abriendo la conciencia a las necesidades de los seres que me rodean y las propias, da sentido al vacío de mi existencia mortal posibilitándome vivir en plenitud.