Veo el despertar a través de la celosía. Y la naciente luz juguetea con ella atravesándola buscando el placer de reflejarse en mis azulejos. ¡Es tan fascinante verla ya cada día recrearse sobre el liso beige!. Hacerse notar sutilmente para que yo pueda reconocerla en su repiqueteo. Porque se inició de tal manera, que al principio no me era posible reconocerla. Estaba tan ofuscada en mis propios propósitos y la determinación exorbitada por conseguirlos, que me aturullaba tanto que no me permitía disfrutar de su presencia.
Desde que he tomado conciencia de esto, me afano con ahínco en trabajar la paciencia, la tolerancia, la escucha, la compasión, la comprensión, el descanso intermitente que me permita permanecer en atención plena y la quietud necesaria para poder compartir con los demás sus propios propósitos colocándolos en importancia al mismo nivel que los míos.
También me afano en desdramatizar lo que me ocurre descentrándome en el todo, posibilitándome tomar perspectiva para no desvirtuar la realidad ni introducirme en mis fantasías o en mis delirios. También me afano en equilibrar mis prontos tormentosos que luchan para instalarse en mi trágica mente. Trabajo con afán para ser dueña de mi mente y mis emociones siendo la conciencia despierta que los contempla, que los aconseja y que los endereza.
Y tanto que estoy aplicándome en todos estos objetivos (ya empiezo de nuevo con mi atropellada determinación), que he empezado a dilucidarte Padre.
Porque ¿ No eres tú, esa luz que nace cada día y atraviesa mi celosía?
¿No eres tú, toda la belleza que espera ser descubierta en todos los rincones de la tierra?
Y ahora que creo que puedo vislumbrarte cada amanecer…
deseo que sigas expandiéndome…