Dice Thoreau en Walden:

– Me desperté con la impresión de que me hubieran planteado una pregunta ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?. Pero amanecía la naturaleza, por la que todas las criaturas viven, y se asomaba a mis amplias ventanas con un rostro satisfecho y en sus labios no había ninguna pregunta. Me desperté a una pregunta contestada, a la naturaleza y la luz del día. La naturaleza no pregunta ni responde a nada que nosotros los mortales planteemos. Ha tomado una resolución. Nuestros ojos contemplan con admiración y trasmiten al alma el maravilloso y variado espectáculo del universo.

 El universo es más amplio que nuestras perspectivas. Deberíamos mirar con más frecuencia por encima del borde de nuestra embarcación como pasajeros curiosos y no hacer el viaje como pasajeros estúpidos. Dirige tu mirada al interior y encontrarás mil regiones en ti mismo por descubrir. Recórrelas y serás experto en la cosmografía doméstica. Exploremos nuestras latitudes más altas con barcos cargados de víveres para mantenernos. Seamos un Colón para enteros continentes nuevos y mundos dentro de nosotros; abramos canales nuevos para el pensamiento.

Todos los hombres son señores de un reino comparado con el cual el imperio terrenal es un estado diminuto. Habrá quien sin tener respeto por sí mismo sacrifique lo más importante, a lo menos, amará el suelo que albergue su tumba, pero no tendrá simpatía por el espíritu que anima su arcilla.

Cada hombre es un istmo o un afluente, que aún no ha sido explorado, y que es más sencillo navegar miles de millas a través del frío y la tormenta que explorar a solas el mar privado de nuestro ser.Ningún barco se ha aventurado a perder  de vista la tierra. Obligad a la esfinge a golpear la cabeza contra la roca, exploraos a vosotros mismos. Marchad ahora hacia aquel camino lejano que traza una tangente hacia esta esfera, en verano y en invierno, de día y de noche, a la caída del sol, a la caída de la luna y, por fin, a la caída de la tierra.