El lugar más sagrado del templo

Existe un sitio en tu templo que es solo tuyo y de nadie más. El más sagrado. Es solo para ti. No sería viable que dejaras entrar a nadie más que a ti mismo, porque si lo haces, se adueñará de ti quien entre. No saldrá jamás . Y si la persona que penetra no es la adecuada y en su esencia solo hay maldad, quedarás atrapado con sus cuerdas siendo su marioneta. Ni tus manos, ni tus piernas ni tu cabeza podrán escapar de sus órdenes. Alerta debes estar. Con un infinito esfuerzo lograrás zafarte de él cortando sus cuerdas, pero ya, su imagen quedará tatuada con su sangre en tu piel. Esta será tu cruz si alguien pleno de maldad ha entrado en él.

El conectar con el alma hace que se desee compartirla por completo con todos abriendo el corazón de par en par. Esta actitud órfica sin límites es inmadura e infantil. Como la flor de loto, el alma es la belleza extrema, la sensibilidad espiritual de ser. Por eso, necesitamos saber que nivel de apertura anímica es la adecuada en cada momento de nuestra vida para poder sobrevivir.

Esto no quiere decir que cerremos nuestro corazón de par en par. Sino que las compuertas de nuestro cielo la abramos solo para aquellas personas que a través de nuestro discernimiento veamos que puedan ser capaces de percatarse de la belleza que existe en nuestro interior y que la respetarán por completo. El grado de apertura nos lo dará también nuestro discernimiento. Necesitamos tener presente que cada uno tiene un lugar reservado para sí mismo en su propio templo, el más sagrado en donde nadie puede acceder. Necesitando para ello la atención plena en todo momento.

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