La verdadera armonía es la que una vez que ha renacido en nosotros se reincorpora a la vida y fluye con ella, la que hace que experimentemos el íntasis, el éxtasis y el amor. La verdadera armonía, no se cierra en sí misma para que la disfrutemos en soledad, no se vuelve a proteger con el caparazón de la tortuga de donde había salido para que no la hieran, sino que con un solo ojo, una sola cuerda y su pétaso como escudo se convierte en la ARMONÍA ALADA Y DESCUBIERTA, HERALDO DE ELLA, permaneciendo en todo momento incorporada a la vida, sin miedo, con coraje, porque sabe en su corazón que ante cada encuentro vital, incluso con los lestrigones, vencerá la batalla, porque tras ella, se recreará porque transmitirá su energía que es ilimitada, eterna, inagotable, resurgiendo de nuevo una nueva melodía desde su monocordio porque la tierra, el aire, el fuego y el agua fluyen por ella porque todas sus notas están armonizadas en el caduceo de su divinidad.