Sabiduría es discernir en cada momento que es lo correcto y si es posible llevarlo a cabo.
Sabiduría es percatarse en cada circunstancia en donde existe una interrelación qué apertura de nuestra sensibilidad requerimos, cuál es la correcta dureza o blandura para que ambas partes sigan en sentido ascendente su propia evolución. Porque a veces amar es poner límites del guevurá, porque con ellos conseguimos despertar al otro la necesidad de su propio cambio para que continúe con su evolución.
Sabiduría es tener suficiente discernimiento de qué es aquello hacia lo que necesito redirigir toda mi pasión para mi bien y el de los demás y hacerlo si es posible.
Sabiduría es dejarse abierto el corazón al sentir y discernir las emociones tóxicas y positivas para mí y para los demás reconduciéndolas hacia lo que necesito para mi propia evolución y la de los demás. No digo hacia mi propio bienestar y el de los que me rodean porque a veces es necesario sentir emociones que nos desestabilizan para resolver determinados conflictos. Por ejemplo, si la irritación, la ira, el enfado resuelven un conflicto, es necesario pasar esa tormenta en el grado mínimo que se requiera para su disolución; si en cambio con ellas no es viable la resolución del problema, entonces no sirven de nada y el alma enferma. Por lo que, estas emociones de poder son necesarias a veces para ir por camino correcto. Porque Dios también está presente en ellas cuando el guevurá es necesario para ser éticos.