El mal

Yo soy en cada momento lo que elijo ser entre mis posibilidades, mis potenciales. Yo soy la posibilidad del bien y del mal. Yo soy lo que «elijo» sin libertad automáticamente desde mi inconsciente o lo que elijo libremente desde mi conciencia despierta. Y en cada elección ya no soy lo que fui en mi anterior elección. Esa es la bendición de la posibilidad de nuestra redención. Cuando actúo erróneamente de manera inconsciente después con la mente consciente justifico estos actos contradictorios.

El yo siempre auto justifica su maldad interpretando sus actos subjetivamente a su favor proyectando su culpa sobre el exterior.

Solo desde la atención plena, podremos darnos cuenta de nuestra propia oscuridad. A medida que profundizamos en nosotros mismos, en nuestra zona abisal, es donde no nos es posible salir sin enfangarnos con nuestra podredumbre, heridos de muerte por el dolor al vernos tal cual somos, con la negra maldad inherente a la materia. En ese momento iniciamos la posibilidad de redención en la siguiente elección. Nuestra posible transformación hacia la bondad que está también inherente en nosotros, nuestra alma oculta que espera salir. Cada nueva elección es una nueva posibilidad de redención. Ahora es el momento de despertarla.

Solo podremos percatarnos de nuestra propia maldad en el descentramiento de nuestro yo, en su propio vaciamiento. Al vaciarnos, podremos mirar otras historias que no sean la nuestra donde todo ronda sobre nosotros conspirando contra o a favor de «nuestro pobre yo». Cuando nos vaciamos de nuestro yo, nuestra conciencia se expande aumentando nuestra atención. Y así, la versión de nuestra película como único protagonista va cambiando a una película con infinidad de protagonistas. Existen otras personas que sufren a parte de mí.

La maldad hacia los demás nunca tiene justificación. Mientras justifiquemos nuestros actos que han causado daño al otro no tendremos posibilidad alguna del perdón a pesar de que lo digamos de palabra. La palabra no tiene valor alguno si no es sentido el verdadero arrepentimiento. Solo comprenderemos el dolor causado a los demás cuando no justifiquemos el acto que lo causó, cuando veamos la realidad sin nuestro velo de autoengaño de nuestra falsa bondad. Cuando entremos realmente a nuestra noche oscura, cuando veamos nuestra propia «viga» sin velo ni justificación, aquí en este vacío doloso e insoportable es cuando llega la gracia del verdadero arrepentimiento que posibilitará la verdadera redención. Y en ese momento empatizaremos con la víctima sintiendo su propio dolor causado por nosotros.

Solo podrá existir el perdón desde el arrepentimiento y este solo es posible si vemos la realidad descentrados de nuestro yo viendo nuestra película vital desde el exterior en donde no es posible justificar nuestros actos que causen mal a los demás.

Ya el perdonarse a uno mismo viendo la realidad sin velo y el amarse a uno mismo sin autoengaños aceptándonos tal y como somos con nuestra parte oscura es un proceso arduo.

Y una vez que se consigue ese escalón se inicia de nuevo el llenado de nuestro yo desde nuestra verdadera esencia, desde nuestra alma. Con la conciencia despierta y en atención plena ya nunca nos autoengañaremos sino que nos percataremos el para qué de nuestros actos y esto posibilitará reconducirnos en cada momento. Esa es la gracia del despertar a la verdad. La gracia de ver que nosotros en cada momento somos una posibilidad de elección entre el bien y el mal. Esa es la libertad de nuestro libre albedrío. No seremos pues libres de elegir sino nos desprendemos de nuestro inconsciente. Aunque siempre queda inconsciente, si lo mantenemos bajo mínimo y en atención plena podremos ser cada vez más libres.

Sentir y pensar

¿Qué es primero pensar o sentir?

Tras un trabajo personal de liberación del inconsciente, el sentir y el pensar van de la mano y las contradicciones desaparecen entre lo que sentimos y lo que pensamos porque nuestros actos proceden entonces de nuestra conciencia expandida una vez integrada la energía psíquica bloqueada inconscientemente. Desprenderse de este velo, es la autenticidad, la libertad de ser nosotros mismos sin auto engañarnos arrogantemente justificando los actos originados por nuestra oscuridad porque ya está en nuestra conciencia despierta. Así, en humildad podremos aceptar nuestra animalidad y humanidad. Y así, a través de nuestra misericordia, podremos amarnos a nosotros mismos a pesar de la oscuridad que vemos de nosotros mismos. Así, podremos elegir libremente en cada momento qué bifurcación del camino es la justa. Conocer que en mí está el santo y el sádico, que en mí está el humilde y el arrogante, que en mí está todo lo bueno y todo lo malo. Soy solo la posibilidad de ser ambas cosas y solo es la elección desde mi conciencia despierta la que me posibilita no perderme en mi oscuridad.

Durante el proceso de crecimiento interior es necesario también estar alerta ante el incremento de la autoestima para que no se desvíe hacia una soberbia de autoidolatría deslumbrado por la propia luz que uno va descubriendo en su interior porque le deslumbrará tanto que le imposibilitará ver su propia oscuridad para seguir acercándose a la pureza de su alma. Por eso la humildad es tan necesaria en el camino del autoconocimiento.

Al sentir sin bloqueos inconscientes, nuestra energía psíquica será plena y la pasión recorrerá nuestras venas en todo lo que hagamos. Ella es la fuerza vital para avivar y mantener la búsqueda hacia trascendencia y paradójicamente es la que puede hacer que nos desviemos de este fin. Porque la dependencia emocional a sentir busca conseguir experiencias de similar intensidad y puede que este fin prevalezca a los medios para conseguirlos.

Ya abierto el corazón podremos sentir sin bloqueos inconscientes que nos desvirtúan la realidad. Nuestra mente desde el primer momento alerta podrá discernir entonces: qué siento, el por qué, cual son las circunstancias que la ocasionan, si existe un fin escondido, la utilidad y los perjuicios para uno mismo y para los demás, la justicia en el hecho que lo causa, quien tiene la razón ante los hechos y justamente quien es el perjudicado y quien es el causante del daño/beneficio y justamente qué acción debo realizar como respuesta y si la emoción sentida es la adecuada para llevar a cabo la misma y si me compensa o no. Mi emoción irá de la mano guiada en la justicia y la verdad por mi pensamiento. Mi pensamiento aplacará en la justa medida mi pasión sentida. Es el equilibrio aúreo de la conciencia de ser uno mismo sin máscaras.

Sentir sin autorregulación racional llegaría a desintegrarme si las condiciones no son las adecuadas, no se puede estar en estado de éxtasis permanente sin identidad alguna ni se puede sobrevivir permaneciendo en emociones tóxicas demasiado tiempo. La conciencia despierta me permite sentir el máximo éxtasis viable, permanecer en emociones negativas el tiempo justo y necesario para resolver con plena justicia los conflictos a los que me enfrento en el día día sin descompensar la balanza ni a mi favor ni en mi contra.

Trascendencia II

Comenzamos a ser al nacer . Antes del nacimiento, no éramos y al morir no seremos.

Al tener uso de razón, nuestra identidad va asentándose en nosotros, siendo en cada momento de la vida. Nos sentimos así, un ser separado del resto de los seres vivos y de todo lo existente. Sentimos nuestra propia historia como lo primordial, girando todo alrededor nuestro.

Trascender es empezar a expandir la conciencia teniendo vislumbres de que además de ser, no somos sino que nos englobamos en el todo, en el espíritu. Que además de nuestra propia identidad de ser alguien en concreto, también somos no siendo nosotros mismos, el espíritu. Ése, en donde nos encontrábamos antes de nacer y al que retornaremos en nuestra muerte.

Trascender es sentir que no estoy separado de nada porque el espíritu lo contiene todo. Yo soy el espíritu en mí además de mi yo egocéntrico de ser alguien en concreto. Cuando mi yo egocéntrico se difumina no siendo el mismo, el espíritu que habita en mí, se manifiesta a través de mis acciones.

No es posible vivir permaneciendo en él sino que es en la alternancia entre ser y no ser yo, lo que nos permitirá vivir de manera más espiritual siendo el espíritu en nosotros, nuestro propio maestro. Cuando conectamos con el espíritu no siendo nosotros mismos, la energía psíquica inconscientemente bloqueada por nuestro yo egocéntrico va haciéndose consciente integrándose esa energía psíquica en nosotros. Es como una limpieza de nuestro cuenco, así podremos alimentarnos sin contaminarnos con los residuos que nos bloquean y que nos impiden vivir libres. Porque si no vivimos en la atención plena, el inconsciente nos dirigirá en nuestros actos imposibilitando nuestra libertad de ser yo con una identidad concreta. Es decir, que la alternancia de no ser y de ser es lo que nos posibilita ser libres. Es decir, que cuanto más integrado tengamos el no ser al ser, menor será nuestra oscuridad inconsciente y mayor será nuestra energía espiritual que es la luz que nos guía iluminando nuestro camino de retorno a él.

Trascender

Y yo solo amaba el espíritu… me avergonzaba de mi parte instintiva y pasional.

No es viable comulgar con la trascendencia sin antes haber sido. No puedo llegar a no ser sin haber llegado a ser alguien. Por que solo la alternancia heraclitiana de ser y no ser nos posibilitará alcanzarla en el equilibrio, sino, podremos morir aplastados por lo demás con sus yo egocéntricos y seremos un espíritu flotando en el limbo de la ilusoria irrealidad trascendente donde nos fugamos. Porque sino, ¿Dónde estará nuestra voz para cantar si nuestro yo ha desaparecido? Tanto dejar espacio a los demás, que nuestra invisibilidad nos niebla y ya no sabemos quiénes somos porque no podemos ya vernos. ¿No somos entonces lo que desean los otros?.

Y aunque la trascendencia nos permita conectar con el todo, ¿Cómo podremos cantarla a los demás si nuestra voz está desaparecida y no tenemos el suficiente valor y la fuerza para gritarla a los cuatro vientos?

Así que primero, necesitamos estar enraizados en profundidad en la tierra con nuestras ideas propias sobre todo lo que nos rodea, con nuestros propios deseos profundos, con nuestro poder crítico y con nuestra fuerza interior a tope para sostenernos durante el proceso evolutivo vital.

Porque este camino dura toda nuestra vida, porque nunca alcanzaremos la verdad mientras vivamos aunque podremos acercarnos e incluso vislumbrarla en los momentos de no ser.

Alimentemos pues y protejamos todas nuestras necesidades físicas y psíquicas para mantener el equilibrio en la alternancia de nuestro péndulo iniciando así nuestro camino de evolución hacia la santificación de nuestra parte terrena.

Aquellos que solo amamos el espíritu, aprender a amar las cosas más terrenales es el comienzo del viaje hacia nuestra propia trascendencia, porque sin ellas no es posible soltar amarras. Qué podemos soltar si no somos nadie, sino tenemos una identidad concreta, si estamos difuminados entre bambalinas . Iniciamos el camino al amar nuestra animalidad, nuestra pasión en el mismo grado que amamos nuestro espíritu porque son igual de sagradas, porque así, en ellas podrá actuar nuestra parte espiritual y manifestarse, porque así podemos «trascenderlas no siendo» ya integradas en nuestro «ser siendo».

Sabiduría

Sabiduría es discernir en cada momento que es lo correcto y si es posible llevarlo a cabo.

Sabiduría es percatarse en cada circunstancia en donde existe una interrelación qué apertura de nuestra sensibilidad requerimos, cuál es la correcta dureza o blandura para que ambas partes sigan en sentido ascendente su propia evolución. Porque a veces amar es poner límites del guevurá, porque con ellos conseguimos despertar al otro la necesidad de su propio cambio para que continúe con su evolución.

Sabiduría es tener suficiente discernimiento de qué es aquello hacia lo que necesito redirigir toda mi pasión para mi bien y el de los demás y hacerlo si es posible.

Sabiduría es dejarse abierto el corazón al sentir y discernir las emociones tóxicas y positivas para mí y para los demás reconduciéndolas hacia lo que necesito para mi propia evolución y la de los demás. No digo hacia mi propio bienestar y el de los que me rodean porque a veces es necesario sentir emociones que nos desestabilizan para resolver determinados conflictos. Por ejemplo, si la irritación, la ira, el enfado resuelven un conflicto, es necesario pasar esa tormenta en el grado mínimo que se requiera para su disolución; si en cambio con ellas no es viable la resolución del problema, entonces no sirven de nada y el alma enferma. Por lo que, estas emociones de poder son necesarias a veces para ir por camino correcto. Porque Dios también está presente en ellas cuando el guevurá es necesario para ser éticos.

Uni-verso

Sólo existe un único uni-verso por mucho que intentemos crearlos individualmente.

No somos el centro.

No todo gira alrededor nuestro.

Todos giramos sobre un único eje.

Arrogancia es no verlo y el seguir buscando adeptos.

¿Qué necesitaremos para comprenderlo?

Al idolatrar al que sube un peldaño le damos poder sobre nosotros originando relaciones de sumisión esclavizándonos ante este nuevo amo creado por nosotros mismos.

Nadie es superior en el único universo que existe.

Seres vulnerables y finitos somos . Y buscamos con ahínco agarrarnos a aquello que nos nuble de esta realidad para vivir autoengañados porque no la deseamos o porque no tenemos la suficiente fortaleza para aceptarla.

Aceptarnos así

Aceptarnos en equidad

Aceptarnos en nuestra finitud y vulnerabilidad

Aceptar la necesidad de compartir esta realidad con los demás propiciará relaciones sanas de igualdad.

Caminemos pues así hacia la búsqueda de la única verdad inefable e inabarcable, felicidad compartida dando sentido a nuestra existencia.

Aprender de las diferencias

La tolerancia ante las diferencias al convivir con los demás, nos permite aprender de ellas para nuestro propio crecimiento personal .

Cada discrepancia que se origina con los otros en la convivencia ordinaria es una oportunidad, porque nos habla de alguna cualidad que puede que esté en nosotros en equilibrio o desequilibrada, bien por defecto, bien por exceso. Cuando esta diferencia nos perturba de manera notable es cuando nos encontramos alejados del punto medio, estado que nos produce paz interior.

El abrir la conciencia abre las compuertas para ver estas situaciones en donde necesitamos trabajar.

Podremos saber a través de nuestro grado de perturbación y el tiempo que tarda en desaparecer ésta ante cualquier desacuerdo con el prójimo, cuál es el grado evolutivo propio. Aquí no nos podemos engañar.

La pasión

La pasión es la fuerza vital que me estimula a vivir plenamente; la vida que me atraviesa en su crecimiento logarítmico en contra de la entropía del caos.

¿Podrá la pasión en su total plenitud sobrevivir dentro de la materia?

Al ir disolviendo el inconsciente, la energía psíquica bloqueada se va recuperando a nuestra conciencia reconectándonos a nuestra verdadera esencia, a nuestra energía primigenia, aquella con la que nacimos aquí en la tierra.

¿Qué pasión podremos soportar dentro de nosotros sin perder nuestra cordura?

Sabiduría es conseguir vivir con la máxima energía viable en relación con los demás en sociedad . Y solo es posible siendo consciente en cada momento de qué nivel de apasionamiento requerimos para ello. Así, nosotros mismos nos autogestionamos la energía según las necesidades de las circunstancias. Ni más ni menos en equilibrio perfecto.

¿Para qué he venido a vivir?

Merlí y sus alumnos

Los pequeños deseos y mi propio esfuerzo por conseguirlos me hacen sentir vislumbres de la felicidad; esa que busco desde que tengo uso de razón, y que se ennegrece con la conciencia permanente en mi mente de la niebla de la muerte.

¿Para qué he venido a vivir si mi fin es morir?

Bendita es la muerte que es profundamente llorada, que es verdaderamente sentida la pérdida que conlleva, la que da sentido a la vida y la sacraliza para vivirla con el fin de dejar huella en el corazón de los demás.

Darme en vida abriendo la conciencia a las necesidades de los seres que me rodean y las propias, da sentido al vacío de mi existencia mortal posibilitándome vivir en plenitud.